Quiero
detenerme pero no puedo detenerme, sabiendo que mi conciencia me dice que no
hay marcha atrás. No obstante camino entre dos filas de rostros conocidos, No importa cuánto
camine nunca llegaba al final. Me invade una holeada de dolor y desesperación del
cual me paraliza la poca respiración, pero no es suficiente para que yo me
detuviera y diera marcha atrás...sigo caminando con paso decidido, pero esta
vez con más dolor y tristeza que hace un segundo, sigo caminando y sostengo una
bandeja de plata y resisto el impulso de ver lo que llevo sobre esta. Continúo
mantenido el paso y unas lágrimas saladas corren por mi rostro de arena, con lágrimas
en el rostro, con una visión nublosa puedo distinguir a lo lejos a una persona…

Su cabello negro azabache ondeaba de forma majestuosa,
su rostro seguía siendo hermoso, adorable y espectacular como siempre había
recordado, pero lo único diferente que capte en él fue la fosforescencia de sus
ojos. A larga distancia sus ojos parecía malignos y si ningún rastro de cariño
por mí. Él no era el chico que yo conocía, él era un adolecente al casando con
cada año la adultez.
Súbitamente
sentí un dolor abrasador en mi pecho,
sus ojos me miraban con odio, pero comenzó a sonreírme como si gozara de un chiste privado. Seguí
caminado hacia él con paso decidido, queriendo saber por qué tenía aquella expresión.
Las lágrimas parecían tener más fluidez a cada paso que daba y al igual que el
dolor de mi pecho. No solo el dolor estaba presente, también comenzaba a nacer
una desesperación que me agobia. Comencé a correr con desesperación hacia donde él estaba esperándome
y los rostros parecían borrosos y desconocidos .a pesar que corría seguía
sosteniendo la bandeja y esta se adaptaba al ritmo que yo iba corriendo. Me
sorprendió que no tropezara, a pesar de lo nublada que estaba mi visión.
Por fin…
Con el
corazón palpitándome como loco, el sudor corriendo por mi rostro y al igual que
las lagrimas que corría como ríos voluminosos. El me esperaba con los brazos cruzados
y gozando de mi estado patético e histérico. Volvió a sonreír mostrándome su
sonrisa coqueta al ver que jadeaba y lloraba. Su sonrisa no me dio sosiego, si
no un escalofrió que corrió toda mi espina dorsal en menos de un minuto. Quise
voltearme y ver aquellos rostros felices, sonrientes y maliciosos, esperando un
suceso emocionante, pero mis ojos no se apartaron de Romeo Montesco.
Intente hablar, pero de mi boca ningún sonido
salió.
El sí pudo
hablar.
Asentí.
-¿Tu me amas?
-pregunto con una voz sensual y desconocida.
La sensualidad de su voz me arranco el aliento
y las lagrimas. A que venía esa pregunta y porque me preguntaba eso ahora
Al no poder
hablar asentí con sinceridad ya que no tenía sentido tener que mentir y el
continuo.
-Pues yo realmente
no te amo -Me dijo con sinceridad, frialdad, malicia y sin ningún rastro de
amor por mí. Bajo la mirada y tomo un
objeto de la charola del cual yo no me había fijado. El alzo el cuchillo, me lo
mostro y en ese segundo pude ver el fulgor de sus ojos reflejarse en el.-, ya
tu no necesitas un corazón rotos del cual está en patéticas condiciones- clavo
con fuerza contra mi pecho.
El grito que
lance rompió el silencio.
Fue inevitable,
las lagrimas corrían por mi rostro con mas intensadas que antes. Solté la
charola y comencé a forcejear, para que él se apartara de mí y yo poder sacar aquella arma blanca de mi
pecho. Eso fue inútilmente, él era más fuerte que yo, así que mi lucha no
sirvió de nada, mas aun mi lucha no evito que el dolor quebrantara mi alma o
que yo dejara de llorar.
El me
observaba con fascinación al igual que el público que estaba alrededor de mí.
El disfrutaba del espectáculo, pero sus ojos deseaban ver más agonía, dolor, sufrimiento y tortura
en mí, con un repentino movimiento de su mano derecha giro y abrió mas la
herida haciendo una abertura en mi pecho. La sangre Coria por mi pecho hasta
llegar a mis pies e inundar al suelo. Sus ojos brillaron de excitación al ver mi corazón palpitando débilmente ante
la muerte.
Volví a gritar.
Seguí gritando
y luchando contra él con la poca fuerza
que tenía en ese infierno y llorando como una estúpida, patética damisela. Implore
con los ojos deseando que volviera en si e intentara salvarme para estar
juntos, pero no sirvió de nada. La audiencia seguía inmóvil y fascinada, pero
si involucrase en espectáculo sangriento.

-Ya no te
haremos falta -. Susurro y me beso en mis labios, como el beso de Judas.
Volví a
mirarlo con imploración.

Prefería morir, pero no de esa manera si no morir anciana rodeada de
nietos y junto a él en nuestro momento más anejos, pero no morir de esa manera…
El seguía frente a mí sosteniendo mi corazón, mostrando una sonrisa
malévola, celestial y adorable.
Implore nuevamente con los ojos buscando ayuda, pero nada bueno ocurrió
después que yo cayera el suelo y mi sangre inundara el suelo.
El amor de mi vida apretó con fuerza aquel órgano que ya había estando
en mí, reduciéndolo en ceniza grises este. Todo acabo fue el final de todo, el
final de mi vida, el final del amor, el final de la amistad, el final de la
espereza de seguir viviendo y de lo más importante el final del amor.
No había marcha atrás si no un
final infeliz con un corazón roto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario